De vuelta de los CONCIERTOS DE LA HABANA 2011

 La casa de Dulce María Loynaz en Vedado, ahora Centro Cultural
Conocer mínimamente La Habana en una semana es imposible, mucho más teniendo en cuenta que el objetivo profesional de este viaje era el estreno allí de mi obra Bestiarium, la lectura de una conferencia sobre literatura y música en mi obra y la asistencia a los actos del XXV Festival de Música Contemporánea, organizado por la UNEACPero precisamente el contacto con instituciones y personas concretas es lo que facilita el conocimiento, más allá de la visión lúdica del turista ocasional. Y desde luego, mucho he aprendido de este viaje, al que iba bien asesorada por algunos amigos cubanos para sacarle el máximo partido a mi estancia. Vaya para todos ellos mi agradecimiento. En lo que a mí se refiere, y desde la consciencia de los problemas del día a día de la vida de los cubanos, todo han sido luces: la gente que tan bien me ha acogido, la profesionalidad de organizadores, compositores,  intérpretes y profesores y su calidez, amabilidad y generosidad.

Sede de la UNEAC

Las sombras, desgraciadamente, vienen de la parte española.  Me pregunto por qué nadie de la embajada española, a pesar der que personalmente escribí e informé del concierto, ni me contestó ni asistió –allí estaba una representación de la embajada Italiana arropando la visita de Ada Gentile-.  En otro orden de cosas, tampoco nadie de la delegación de la SGAE en La Habana contactó conmigo, a pesar de que me consta que fue avisada de mi visita y de la especial circunstancia que suponía la inclusión de los textos de Dulce  María Loynaz –también socia de la SGAE y Premio Cervantes en 1992-. Es una pena, se perdieron una interpretación, una dirección musical y un trabajo escénico brillante que arrancaron entusiastas aplausos del público.

Embajada española en La Habana
No me sorprenden estas ausencias: frecuentemente he visto cómo las instituciones de otros países sacan pecho de la presencia de sus artistas e intelectuales mientras yo me quedo como huérfana, preguntándome por qué si el evento es importante para otras embajadas no lo es para la nuestra.  Lo siento no por mí, sino por el prestigio de mi país y de mi profesión. Porque convendría entender, en estos tiempos convulsos, que no todo es cuestión económica; poner en valor a nuestros artistas no consiste en subvencionar a unos pocos elegidos, sino que también se construye desde lo simbólico y, sobre todo, desde el respeto hacia nosotros mismos.

Quizás empiece a no parecerme tan absurdo y tan chocante que algunas comunidades autónomas quieran tener su propia representación exterior…. Pero no creo que sea una solución: ¿para qué duplicar los errores? Mejor una institución que funcione mal que dos. Al fin y al cabo, me sobro y me basto para representarme a mí misma, y ya sea por vocación o por destino, así seguirá siendo.


Con Enid Claramunt

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