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EL ÁNGEL DE LO SÚBITO NONI BENEGAS

EL ÁNGEL DE LO SÚBITO 

NONI BENEGAS


La invitación ponía: concierto-recital en directo "Colección de haikus" de Mercedes Zavala con Elena de Santos Cámara al piano. Cuando llegué a Tres en Suma, donde iba a tener lugar la audición, me dieron unas hojas con el texto de los haikus. Para mi sorpresa, nadie los cantaba. Aunque, sospecho que una parte mía ya lo sabía, pues la invitación no mencionaba a ningún cantante. Y eso debe de haberme llenado de curiosidad, puesto que me levanté temprano ese domingo para llegar al mediodía al concierto. 


Oír haikus al piano. Intenté, cómo no, acordar la lectura de los versos con los sonidos en busca de imágenes que me remitieran a ellos. Pero no. Podía reconstruir una campana por aquí, o un horizonte por allá; el esfuerzo era inútil. Pronto me ganó otra capa más honda, que emergió de debajo de esa superficie imaginada; una suerte de magma donde todo pululaba, vivo. El tipo de cosas que se oyen en la parte baja del esternón entre las costillas flotantes, en esa oquedad donde tu cuerpo propicia la resonancia. Al final, saludé a la compositora y le comenté la experiencia. Me aclaró de inmediato: no busco describir el poema. Ajá. Entonces, esto es lo que podría llamarse una “puesta en sonidos” –me dije-  así como nosotros, los que investigamos en poesía, hacemos una “puesta en palabras”, jugando con el sentido del vocablo puesta (en escena) proveniente del teatro. 


Poco tiempo después, apareció en Fondo de Cultura Económica mi antología esencial “El ángel de lo súbito”, con poemas escogidos de siete libritos anteriores, y se la envié a Mercedes Zavala. 

Gran lectora, no tardó en leerlo a su modo, y al cabo, me devolvió su lectura en forma de trío para violín, violonchelo y piano. Lo estrenó el Trío Arbós en el Festival Internacional de Música Contemporánea de Tres cantos en 2014. 


Algo muy atávico mío surgió y embargó el auditorio. Semejante a cuando leo en público mis poemas. Como desnudarme a través de ellos. Esas eran sus vibraciones, ciertos tempos, ciertos tonos. Una extrañísima obscenidad. Dios mío, qué manera de mostrar, pensé. Por otro lado, me consoló suponer que la gente todavía no está muy habituada a esa escucha, porque era tan obvio que Zavala había captado la ritmicidad de mi estilo, que me sentí felizmente expuesta. Si tuviera que dar una imagen sería como cuando te hacen un electrocardiograma, y van apareciendo tus pulsaciones en la pantalla. 

Es cierto que de por si los poemas revelan algo más que las mismas palabras; el resquicio abierto por esa larga vacilación entre sonido y sentido, de que hablaba Valéry. Tan ligado a la respiración, al pulso, al anclaje psicosomático de la mente, inseparable de los fluidos vitales. Por eso aprecio tanto cuando el ángel de lo súbito me visita, y me hace ver de repente algo. Una iluminación que sube como esa ola de Hokusai, y se demora unos instantes antes de caer. Instantes en los que cuajas el decir. Poemas en suspensión, porque como decía Casals, el ritmo es retardo. 


Mercedes hizo su mini-antología y seleccionó cinco poemas que cuentan una historia, o mejor: una deriva, hecha de tensiones, quiebres, paciencia, dolor, expectativa y cierta felicidad en la persistencia. 

Mi conocimiento de poemas puestos en música contemporánea llegaba hasta Luigi Nono. De joven, me deleitaba repitiendo el refrán del poema de Pavese: é la voce del mare fatta ricordo… La voz percutía, por así decir, y yo la repetía por toda la casa como dentro de una caracola. Mientras aquí, la voz ausente repercute en los instrumentos, que la versifican con sus timbres propios, sus colores, su temperatura…


Mercedes Zavala me abrió otra puerta; una que da a estancias todavía más prometedoras, más exigentes y de mayor gratificación. Me enseña y me recuerda cuales son las cuerdas que hay que tocar, las claves que hay que investigar, el campo que todavía queda por explorar. 

Unos meses después de la audición de la pieza, empecé a trabajar con una directora de teatro, experta en vocalización, que maneja ambos registros, el español y el argentino. Busco aprender a leer mis poemas como una partitura, para poner de relieve el valor sonoro y emocional de cada palabra, para medir su peso y el de cada silencio, cada interrogación.. Para perder la timidez y conocer el alcance de lo que escribí; para asumirlo y defenderlo. Gracias, Mercedes, una vez más, por tu música.



Los relojes, ¿pesan?


Los relojes, ¿pesan?

un autómata, ¿pesa?

¿pesa el resorte,

el mecanismo simple

de tres compuesto,

el engranaje,

los meros dientes

las manecillas

que abrir quisieran

y desmontar pudieran

la máquina en celo,

el instinto cielo

de un metal candente

como estar vivos?



Las palabras son tan ágiles


Las palabras son tan ágiles

los días tan lentos,

borradores

de una realidad más densa.


El cuerpo amanece escueto

- turbina quieta en espera-

incapaz de hacer flamear el día

como antes su paso de pirata.



Piensa que habría que mover el cuerpo


Piensa que habría que mover el cuerpo. Hacerlo ir. Balancearlo suavemente hasta allí -suficiente el envión- para que luego, dulcemente, vuelva. A esto llama armonía. A airear el cuerpo.


Lo imagina como un ramo de flores que alguien sacude y perfuma el sitio. No sospecha que pueda ser una piedra que le ordenen llevar y luego traer de vuelta. O la carretilla del chiste de aduanas, ella misma, objeto de contrabando. Sí, cada vez que llega se vende, y se vuelve a comprar, para venderse al volver.


Y todo está en paz, y el mundo, la vida, contentos.



Si me hablas se rebobina


Si me hablas se rebobina, sucede: 

el lenguaje es una cadena.

Si haces el silencio con tu ausencia,

no sólo es perfecto por involuntario


Yo no me hablo como un sucederme;

si intento dormir, y no puedo

y bebo, apenas, y entre embriaguez, sueño y vigilia

me quedo acunándome entre mis brazos

anulo el tiempo.


Las conclusiones no concluyen

-hace mucho la explicación es una flor en el ojal, marchita-

no ganan, no pierden

no aluden, por tanto, al tiempo


Si hago el no-tiempo, dentro del tiempo, 

por sustracción del lugar

nada avanzará ni retrocederá

yo estaré en un instante indoloro

tenso con suavidad

extenso por tersura

cobijada, final.



Hokusai


La ola curva

su hueco azul

centellea la espuma.


No cae, espera.

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