NOTAS AL PROGRAMA 2 abril 2011

2 de Abril de 2011


CLAUDIO FERRER, guitarra

NOTAS AL PROGRAMA

El matrimonio de Carmen Farré con el también guitarrista Domingo Prat, alumno de Francisco Tárrega, se establece definitivamente en Buenos Aires, Argentina, hacia 1926 debido al gran reconocimiento que él había conseguido en la sociedad porteña. Juntos fundaron el más prestigioso centro de enseñanza de la guitarra de su época en esa ciudad y en el país, la "Academia de Guitarra Prat", donde difunden los conceptos de lo que se denominaría "Escuela Moderna de la Guitarra" de Tárrega, formando a los concertistas argentinos más destacados de esa época. Fruto de su acercamiento al folklore argentino y a sus danzas típicas, Carmen compone un Gato, una danza al estilo de la provincia de Santiago del Estero.
Un alumno esporádico de Domingo Prat fue el gran folklorista Abel Fleury, el “poeta de la guitarra”. A la muerte de su maestro, en 1945, compone una sentida milonga A flor de llanto “a la memoria de Domingo Prat”. La interpretación se basa en la revisión que hiciera un buen amigo de Fleury, el compositor de música porteña Sebastián Piana.
Un brillante arreglo para guitarra de Abel Fleury es Pájaro campana del paraguayo Félix Pérez Cardozo, una imitación del canto del animal más característico de la selva paraguaya pensada para el arpa de esa misma zona.
Otro guitarrista que pasó por Buenos Aires es el valenciano José Sancho, un trotamundos bastante olvidado en España. Allí publica en 1905 una mazurca de salón, titulada Rosa, una de las obras impresas por la misma casa donde unos años más tarde editaría Carmen Farré.
Otro valenciano ilustre, también alumno de Tárrega, pero menos olvidado que Sancho es Daniel Fortea. Además de editar música en su “Biblioteca Fortea”, fue compositor y un arreglista bastante ingenioso, como lo demuestra en esta versión de la Jota de El Sitio de Zaragoza, una antigua zarzuela de mediados del XIX, de Cristóbal Oudrid.
Siguiendo en España, concluye la primera parte del concierto con obras no muy habituales en el repertorio guitarrístico, como es el resto del programa. El polichinela, creación de La Fornarina, Ay ba, el número musical más conocido de la revista La corte de Faraón y el vals Tápame, tápame, creación de La Goya, son tres de los cuplés de principios del siglo XX, en arreglos del intérprete, que con sus melodías pegadizas y textos picantes hicieron las delicias de muchos melómanos antes de la guerra, y aún hoy.

En la segunda parte de este concierto se escucharán cuatro estrenos para guitarra sola de tres compositores, que tienen en común que todos son pianistas, aunque con diferentes lenguajes musicales y posturas con respecto a la guitarra.
Alejandro Román (Madrid, 1971) es profesor de Composición para Medios Audiovisuales en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Compone en el 2002 una obra dividida en tres partes, que con la colaboración del intérprete de hoy terminó de definir para la guitarra, dando lugar a una obra inspirada y de gran vuelo formal y virtuosistico. Su primer movimiento tiene un acercamiento al tempo di sonata con algún aire andalusí, el segundo se estructura en variaciones sobre una canción de cuna burgalesa y el tercero es una brillante toccata.
En contraposición a la obra anterior, Mercedes Zavala (Madrid, 1963), profesora de Composición en el Conservatorio Profesional “Teresa Berganza” de Madrid, escribe para piano una serie de obras pensadas en algunos de sus alumnos, titulada Mirada, de las que cinco de ellas hoy se interpretan en guitarra. Son cinco miniaturas delicadas, cinco miradas sencillas, quizás ingenuas pero profundas ante todo. De la misma manera, dos piezas de la serie de haikus para piano, también transcriptos para marimba, hoy se tocan por vez primera en guitarra. Otra vez la sencillez y profundidad están presentes, ahora de la mano de estos ejemplos de la literatura japonesa que inspiran las dos breves piezas de notable belleza.
Basándose en algunas melodías escritas en los años 70 y casi olvidadas por su creadora, Mercè Torrents (Barcelona, 1930) le compone a Claudio Ferrer seis aires donde la cultura mediterránea aparece en distintas formas a lo largo de su historia: el clave barroco, la música balear, la de los asentamientos hebreos y del Empordà y la música trovadoresca. Dicha cultura es descripta de esta manera por la desbordante imaginación de la compositora catalana, quien posee, como una de sus tantas señas de identidad que la hacen reconocible, el melodismo mediterráneo que tan pocos compositores hoy en día pueden jactarse de tener.
Claudio Ferrer

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