Hablar de la actividad creativa resulta a veces complicado. El proceso de componer música tiene una parte importante de intuición que se resiste a la explicación racional. Una vez acabada la obra en muchas ocasiones los compositores [1] reflexionamos a posteriori sobre lo escrito para comprender mejor, nosotros mismos, el porqué y el cómo de nuestro trabajo. Lo que los compositores decimos de nuestras obras es valioso, pero lo definitivo, es nuestra música.
Las compositoras nos vemos incitadas continuamente a reflexionar, explicar y valorar el hecho de ser “mujeres compositoras” [2]. El uso extendido de este pleonasmo hace que el término mujer tienda a llevarse el protagonismo frente al de compositora. Tener sexo femenino -multiplicado por dos- es una circunstancia no profesional, por lo que hablar desde esa condición requiere un discurso más cercano a la vivencia personal que al ámbito musical. Esto rige también para otras maneras de indicar el sexo de la compositora, como “música en femenino”, más ambiguo, y muy marcado por la perspectiva de género. No trataré de esquivar esa mirada, que sabemos imprescindible para que las mujeres avancemos, pero también intentaré que la compositora no quede subsumida del todo en la mujer.
Desde que he tenido consciencia de querer hacer música he querido también inventarla. Es un rasgo de mi carácter: me coloco naturalmente en el lugar de la creación, no solo en lo musical, me interesa esta faceta por encima de las demás en todos los campos. Cuando –tardíamente- pude acceder a la formación musical compuse desde el primer curso de solfeo, incluso antes, con la odiosa flauta del colegio ya escribí una suite. Y también desde el principio, ahí estaba, generalmente incordiando, el hecho de ser mujer. Estas eran algunas de las causas principales de tal incomodidad:
- Se enseñaba que no ha habido compositoras, no las hay y no las habrá. Me iba a tocar ser rarita y demostrar que yo era distinta, o, seguramente, estrellarme.
- Se escuchaban variadas hipótesis con las que profesores, colegas y familares explicaban esta ausencia. Diferían en las causas, pero en general concidían en considerar que me equivocaba eligiendo esa ocupación.
- Estas personas raramente mostraron interés en escuchar lo que componía, pero sí jaleaban mis dotes musicales y me animaban a ser pianista, cantante o profesora.
Para dedicarse a cualquier campo artístico, además de pasión por lo que se hace, hay que tener ciertamente un punto de cabezonería. Ser mujer es solo uno de los muchos condicionantes que se llevan a la espalda. De hecho yo tuve circunstancias personales que dificultaron y marcaron mucho más mi carrera musical, pero casi nadie –en el mundo profesional- se ha interesado por ellas. Siempre he sido consciente de la relevancia de mi condición femenina porque es un hecho, quizás no dramático, pero sí permanente. Su incidencia es de por vida. Así, mejor asumirlo cuanto antes, y en la medida de lo posible, trabajar positivamente sobre él.
Creo que en mi biografía hay hasta ahora tres maneras de asumirlo, que conllevan tres tipos de actuación pragmática musical y una general:
1. Inventar obras (ser compositora, a pesar de todo)
2. Desmontar las afirmaciones de la ignorancia y construir para mí misma una narración diferente de lo que ha sido la participación de nuestras congéneres en la música, y reconocerlas como antecesoras. Ello forma parte también de un crecimiento personal.
3. Compartir con el resto de la sociedad, en la medida de lo posible, lo anterior, y divulgar la obra de esas autoras, compartir la emoción de descubrirlas y saldar, de alguna manera la deuda que tenemos con ellas, mientras preparamos el camino a las que han de venir.
4. Más allá de lo musical: racionalizar las experiencias para subsistir intelectual y afectivamente. Esencial el estudio, la observación y la reflexión.
COMPONER:
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Más recientemente, en 2006, una de mis obras que es en cierto sentido un homenaje a lo “femenino” (entendido de manera no esencialista, desde luego) es Bestiarium, para voces y percusión, compuesta sobre textos de la poeta cubana Dulce María Loynaz, hilados entre sí escénicamente –y también casi literalmente-. Así mismo podría citar Domestica Conversazione que incorpora algunas características gestuales y musicales inspiradas en el libro de Moderata Fonte Il merito delle donne (siglo XVI) que escribí incitada por Anna Bofill para el Cuarteto Frullato.
Quizás haber sentido cuestionada mi vocación de compositora por ser mujer explique la manera febril en que, cuando descubrí las obras de compositoras históricas, me sumergí en su estudio. Adquirí en pocos años una biblioteca nada desdeñable, así como toda grabación que salía al mercado. Era, simplemente, un gran consuelo leer, tocar y escuchar música tan maravillosa y sabia de tantas antecesoras. Suponía la refutación contundente de todo ese absurdo discurso de la falta de capacidad de abstracción y otras tonterías por el estilo. Del entusiasmo por transmitir a la sociedad todo ese legado da fe una buena parte de mi biografía. Impartiendo conferencias y cursos o embarcándome en la presidencia de la Asociación Mujeres en la música, donde estuve tirando del carro intensamente durante tres años, he de decir que quedé exhausta. Compaginar estas facetas a veces tan contrapuestas y siempre desinteresadas, más el plus de la enseñanza musical, que es mi verdadero medio de ganarme la vida, llega a ser una tensión difícil de mantener para una persona como yo, que gusto de trabajar pausadamente y disfrutando de las cosas que hago, convirtiéndolas siempre en un fin en sí mismas.
Precisamente vivo a menudo la composición como un reducto, un espacio en el que se puede tener la ilusión de controlar y dirigir la propia existencia hacia donde se elija, más allá del círculo que las circunstancias y los aconteceres de cada día imponen irremisiblemente.
NOTAS:
[1] Uso el plural a la manera tradicional e inclusiva del castellano para ambos géneros gramaticales. Como esto está ahora censurado en algunos ámbitos feministas desde que políticamente se decretaron otros usos, aclaro que yo abogo por el uso generalizado de este plural mientras no haya mejor solución literaria que los “todos-todas” y los textos repletos de “os/as” o arrobas ilegibles. Tengo mi postura al respecto, por la que he sido criticada alguna vez al expresarme, sin que se me diese la opción de contestar con argumentos, pero no es momento ahora de esgrimirlos aquí.
[2] La expresión “Mujeres compositoras” es la traducción literal de la inglesa “Women composers”. Su uso se ha extendido en castellano, curiosamente, incluso a nivel institucional, a pesar de ser redundante la insistencia en el género, que ya viene marcado por la “a” de compositora.
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