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"MUJERES" COMPOSITORAS, por Mercedes Zavala

Hablar de la actividad creativa resulta a veces complicado. El proceso de componer música tiene una parte importante de intuición que se resiste a la explicación racional. Una vez acabada la obra en muchas ocasiones los compositores [1] reflexionamos a posteriori sobre lo escrito para comprender mejor, nosotros mismos, el porqué y el cómo de nuestro trabajo. Lo que los compositores decimos de nuestras obras es valioso, pero lo definitivo, es nuestra música.

Las compositoras nos vemos incitadas continuamente a reflexionar, explicar y valorar el hecho de ser “mujeres compositoras” [2]. El uso extendido de este pleonasmo hace que el término mujer tienda a llevarse el protagonismo frente al de compositora. Tener sexo femenino -multiplicado por dos- es una circunstancia no profesional, por lo que hablar desde esa condición requiere un discurso más cercano a la vivencia personal que al ámbito musical. Esto rige también para otras maneras de indicar el sexo de la compositora, como “música en femenino”, más ambiguo, y muy marcado por la perspectiva de género. No trataré de esquivar esa mirada, que sabemos imprescindible para que las mujeres avancemos, pero también intentaré que la compositora no quede subsumida del todo en la mujer.

Desde que he tenido consciencia de querer hacer música he querido también inventarla. Es un rasgo de mi carácter: me coloco naturalmente en el lugar de la creación, no solo en lo musical, me interesa esta faceta por encima de las demás en todos los campos. Cuando –tardíamente- pude acceder a la formación musical compuse desde el primer curso de solfeo, incluso antes, con la odiosa flauta del colegio ya escribí una suite. Y también desde el principio, ahí estaba, generalmente incordiando, el hecho de ser mujer. Estas eran algunas de las causas principales de tal incomodidad:

- Se enseñaba que no ha habido compositoras, no las hay y no las habrá. Me iba a tocar ser rarita y demostrar que yo era distinta, o, seguramente, estrellarme.

- Se escuchaban variadas hipótesis con las que profesores, colegas y familares explicaban esta ausencia. Diferían en las causas, pero en general concidían en considerar que me equivocaba eligiendo esa ocupación.

- Estas personas raramente mostraron interés en escuchar lo que componía, pero sí jaleaban mis dotes musicales y me animaban a ser pianista, cantante o profesora.

En 1997
Para dedicarse a cualquier campo artístico, además de pasión por lo que se hace, hay que tener ciertamente un punto de cabezonería. Ser mujer es solo uno de los muchos condicionantes que se llevan a la espalda. De hecho yo tuve circunstancias personales que dificultaron y marcaron mucho más mi carrera musical, pero casi nadie –en el mundo profesional- se ha interesado por ellas. Siempre he sido consciente de la relevancia de mi condición femenina porque es un hecho, quizás no dramático, pero sí permanente. Su incidencia es de por vida. Así, mejor asumirlo cuanto antes, y en la medida de lo posible, trabajar positivamente sobre él.

Creo que en mi biografía hay hasta ahora tres maneras de asumirlo, que conllevan tres tipos de actuación pragmática musical y una general:

1. Inventar obras (ser compositora, a pesar de todo)

2. Desmontar las afirmaciones de la ignorancia y construir para mí misma una narración diferente de lo que ha sido la participación de nuestras congéneres en la música, y reconocerlas como antecesoras. Ello forma parte también de un crecimiento personal.

3. Compartir con el resto de la sociedad, en la medida de lo posible, lo anterior, y divulgar la obra de esas autoras, compartir la emoción de descubrirlas y saldar, de alguna manera la deuda que tenemos con ellas, mientras preparamos el camino a las que han de venir.

4. Más allá de lo musical: racionalizar las experiencias para subsistir intelectual y afectivamente. Esencial el estudio, la observación y la reflexión.

COMPONER:
María Fernández. Dobao en
Diario (íntimo) de Sara-Clarabella Max
Algunas de mis obras se hacen eco de diversas inquietudes sobre el hecho de ser mujer, y de componer y hacer música. El mejor ejemplo seguramente es Diario (íntimo) de Sara-Clarabella Max, para pianista-actriz, de 1995. Pero ya en 1991 Cinco comentarios dadá, para pianista-actor, balilarín de claqué, piano, pañuelo, silla, 55 monedas, atril y 10 papeles de colores, proponía un piano happening con sexo obligato del intérprete. Y ello porque en ambas obras es relevante el papel del género en la construcción del rol escénico de los intérpretes y en la forma que adopta la inventiva compositiva, cuestiones todas íntimamente ligadas, en este caso, al contenido musical.

Andrew Melvin en 5 Comentarios Dadá
Más recientemente, en 2006, una de mis obras que es en cierto sentido un homenaje a lo “femenino” (entendido de manera no esencialista, desde luego) es Bestiarium, para voces y percusión, compuesta sobre textos de la poeta cubana Dulce María Loynaz, hilados entre sí escénicamente –y también casi literalmente-. Así mismo podría citar Domestica Conversazione que incorpora algunas características gestuales y musicales inspiradas en el libro de Moderata Fonte Il merito delle donne (siglo XVI) que escribí incitada por Anna Bofill para el Cuarteto Frullato.

Mª José Sánchez y Elena Montaña en Bestiarium 


ACTIVISMO:

Quizás haber sentido cuestionada mi vocación de compositora por ser mujer explique la manera febril en que, cuando descubrí las obras de compositoras históricas, me sumergí en su estudio. Adquirí en pocos años una biblioteca nada desdeñable, así como toda grabación que salía al mercado. Era, simplemente, un gran consuelo leer, tocar y escuchar música tan maravillosa y sabia de tantas antecesoras. Suponía la refutación contundente de todo ese absurdo discurso de la falta de capacidad de abstracción y otras tonterías por el estilo. Del entusiasmo por transmitir a la sociedad todo ese legado da fe una buena parte de mi biografía. Impartiendo conferencias y cursos o embarcándome en la presidencia de la Asociación Mujeres en la música, donde estuve tirando del carro intensamente durante tres años, he de decir que quedé exhausta. Compaginar estas facetas a veces tan contrapuestas y siempre desinteresadas, más el plus de la enseñanza musical, que es mi verdadero medio de ganarme la vida, llega a ser una tensión difícil de mantener para una persona como yo, que gusto de trabajar pausadamente y disfrutando de las cosas que hago, convirtiéndolas siempre en un fin en sí mismas.

Precisamente vivo a menudo la composición como un reducto, un espacio en el que se puede tener la ilusión de controlar y dirigir la propia existencia hacia donde se elija, más allá del círculo que las circunstancias y los aconteceres de cada día imponen irremisiblemente.

Mercedes Zavala, Agosto de 2011 para Música en femenino. Músicas silentes.



NOTAS:

[1] Uso el plural a la manera tradicional e inclusiva del castellano para ambos géneros gramaticales. Como esto está ahora censurado en algunos ámbitos feministas desde que políticamente se decretaron otros usos, aclaro que yo abogo por el uso generalizado de este plural mientras no haya mejor solución literaria que los “todos-todas” y los textos repletos de “os/as” o arrobas ilegibles. Tengo mi postura al respecto, por la que he sido criticada alguna vez al expresarme, sin que se me diese la opción de contestar con argumentos, pero no es momento ahora de esgrimirlos aquí.

[2] La expresión “Mujeres compositoras” es la traducción literal de la inglesa “Women composers”. Su uso se ha extendido en castellano, curiosamente, incluso a nivel institucional, a pesar de ser redundante la insistencia en el género, que ya viene marcado por la “a” de compositora.

Qué fue de "Cómo es", por Mercedes Zavala

Mercedes Zavala

QUÉ FUE DE CÓMO ES





ÍNDICE

Unas reflexiones previas

1.    1991-2011: peripecias de una obra

2.    Notas para una conferencia

3.    Cómo es 2011

Back to the future



Unas reflexiones previas:

Generalmente se afirma que la obra de arte debe “hablar por sí sola”. Siendo esto cierto –aunque como absoluto es un imposible- no lo es menos que muchas composiciones han obtenido cierta difusión, prestigio e incluso sentido, por las circunstancias en que fueron creadas, los posicionamientos estéticos de los que derivan, las reflexiones y reacciones que provocaron o, incluso, los avatares en que se vieron envueltas desde su nacimiento.

 Reflexionar sobre la propia obra, bordearla, contextualizarla, describirla, analizarla... son acercamientos muy diferentes pero no incompatibles. Cuando se me pidió que escribiese un artículo sobre una de mis partituras pensé, un tanto perezosamente ¿sobre cuál no me costaría demasiado escribir y podría extenderme más allá de lo habitual? A muchos compositores[1] nos resulta incómodo, inicialmente, hablar de nuestras creaciones, aunque también nos encante sacar de paseo al pequeño – o crecidito, según los casos- Narciso que nos habita. Lo que queremos es que se toquen, se programen y se interpreten, y en todo caso, que sean objeto de comentario o de análisis; en definitiva, queremos que se pongan en valor.

Cómo es, para violín y piano, cumple en 2011 veinte años. Reúne características de mi forma de componer de aquella época y de la actual. Sobre ella tuve que escribir en su momento, por lo que he contado para elaborar este artículo con la ventaja de un trabajo previo. Y para glosarla ahora me he visto impelida a editarla[2] y por tanto a revisarla. ¿O ha sido al revés? Quizás la he elegido porque no la daba por terminada y quería revisarla.... Sea lo que sea, he tenido que bucear en el pasado y esbozar un tímido balance sobre el camino recorrido. En resumen: la elección de “Cómo es” para la reflexión me permite, más allá de describir sucintamente los procedimientos musicales empleados, explayarme en otras cuestiones que la obra suscita y que son de proyección más general.

También es una forma de rehuir un análisis exhaustivo. Para ser sincera debo reconocer que me sobreviene un cierto pudor a la hora de analizar técnicamente mis propias obras. Y eso a pesar de que soy –y cada vez más- una sincera defensora del análisis “tradicional”, es decir, aquel que basa la explicación de los procedimientos musicales en los mismos códigos y las herramientas con que han trabajado los compositores en cada contexto histórico, evitando la aplicación arbitraria de sistemas analíticos nuevos que nacen al dictado de las modas académicas. En el mundo del arte aún estamos en la era del prestigio de lo conceptual frente a lo artesanal, de lo tecnológico frente a lo técnico. Y se tiende a sobrevalorar el proceso, el contexto, la fórmula fractal, la inspiración literaria, lo que sea, antes que mirar a la obra de frente. Los materiales con que se trabaja en música, contrariamente a lo que se afirma, son perfectamente tangibles y sensibles: sonidos, tiempo, sucesiones que devienen ritmos y métricas, gestos corporales que se convierten en gestos musicales, voces que se convierten en cantos, soplos, frotamientos y percusiones que devienen alturas y timbres. Y para ello tenemos un estupendo sistema de representación consistente en figuras, notas, compases y nuevas grafías para todos los gustos. Después, vienen los diversos procedimientos de invención y escritura, las imitaciones, las transformaciones, los desarrollos, las estructuras estáticas o dinámicas, las superestructuras... ¿Por qué me detengo en esta enumeración de realidades elementales?

Observo desde hace mucho tiempo, desde el mirador privilegiado –y agotador- que supone el ejercicio de la docencia en el llamado nivel “profesional” (en el que profesional significa curiosamente inferior a “superior”, dotado de menos medios y sin posibilidad de dedicación plena por parte del alumnado, que tiene que alternarlo con colegios e institutos, y  si llega el caso con universidades).  Y veo que las bases flaquean, que se tiende a olvidar lo fundamental por el colorín y el accesorio de relumbrón. ¿Por parte de quién? Todos ponemos nuestro granito de arena. Un plan de estudios musicales no absurdo, sino demencial, se mire la etapa que se mire; una infraestructura inexistente e imposible; un profesorado descolocado -literalmente: la separación de grados, el desdoblamiento de los centros y el decreto de especialidades se encargaron de colocar a los profesionales justo donde no tenían que estar por su preparación, por su oposición, por su trayectoria artística y por su competencia-; y para qué seguir. Por otro lado, tantas universidades al margen, jugando a la erudición y de espaldas a la realidad musical –y no hablo solo de España. La verdad, en esos centros del “saber y la investigación”, en los que el objetivo apremiante es publicar, intercambiar notas a pie de página y referencias bibliográficas –curioso concepto de investigación- no he visto ninguna materia tan distorsionada y que pierda tanto de vista sus objetivos básicos como el llamado –cuando existe- análisis musical. Y van los conservatorios y lo imitan.... Y es que cuanto más se intenta explicar lo musical desde fuera de su propio código más mediación se introduce y por tanto, más desviación. Finalmente la herramienta se troca en objeto de estudio y el objetivo no se alcanza nunca. Ya se dirija el discurso a colegas o a estudiantes, el lema es el mismo: “antes muerta que sencilla”. Parece como si muchos profesores quisieran poner en valor su cerebro y sus complejas ramificaciones neuronales en vez de clarificar al alumnado las claves básicas del oficio. Y digo bien, oficio, que es lo que necesita adquirir el aprendiz. Sólo a partir de esas bases se podrá elevar el vuelo hacia otros terrenos... lo contrario es empezar la casa por el tejado. O por poner un ejemplos más claros: el literato no puede ser analfabeto, para resolver ecuaciones de tercer grado conviene saber sumar. Que me perdonen este arrebato quienes se saben a salvo de estas acusaciones; y el resto que reflexione unos minutos. Yo por si acaso, también hago examen de conciencia[3].

Precisamente porque creo urgente una vuelta a la transparencia y la eficacia me disgustan y cansan las convenciones tan extendidas sobre el formato-tipo de artículo para hablar a músicos sobre música. Esta se describe y se cita fácilmente desde su propia grafía, desde su propia praxis, mientras el lenguaje complica incluso la descripción de lo elemental. Lo que es obvio de viva voz, con un ejemplo musical o dos palmadas, resulta tedioso expresado en el lenguaje escrito, o al menos a mí me resulta insufriblemente aburrido trasladarlo al papel, y no digamos en gráficos, tablas diversas...¡con lo clarito que está todo en la partitura y con lo que costó hacerla! 

Tampoco es lo mismo analizar la obra ajena que la propia. Lo último se asemeja al burdo exhibicionismo del Streaptease: a base de arrojar prendas a diestra y siniestra se acaba en cueros y en indefensión segura, porque siempre hay quien interpreta entonces que la obra no es “nada más que” lo explicitado –la expresión me pone tan nerviosa como le ponía a Karl Gustav Jüng, quien la consideraba un peligro para el conocimiento y una reducción bárbara en la que incurría continuamente el materialismo marxista cuando juzgaba a la psicología-. Este ropaje interior prefiero mostrarlo con cautela y desde luego sin marear la perdiz, de manera inteligible y concisa, si viene al caso, y solo si se sabe realmente lo que se ha hecho y por qué, lo que no siempre ocurre, y entonces solo queda tirarse el farol o, mejor, callar. Pero en nuestros días la ropa interior se lleva por fuera... tanto en la vestimenta como en las redes sociales, por lo que, seguramente, este pudor y este tedio deben ser “una cosa rara” muy mía.

Estructuro el cuerpo de este artículo en tres secciones: en primer lugar, narro sucintamente las peripecias de la composición de la obra y sus interpretaciones;  después transcribo el texto de una conferencia realizada a petición de Malcolm Singer [4] donde detallo algunos aspectos de la elaboración técnica y explico el origen literario y teatral de la idea y cómo se encarna musicalmente; en tercer lugar paso revista a las transformaciones sufridas por el movimiento III, que son las que me han llevado a revisar y editar la obra veinte años después.
  

1991-2011           

               
1. 1991-2011: peripecias de Cómo es

Cumplo este año, aproximadamente, dos décadas componiendo. Hay obras anteriores, desde luego, pero 1991 marca realmente el inicio de una etapa diferente, ya al margen de la vida estudiantil. Es una buena excusa para mirar hacia atrás y repensar el futuro.

No he sido en general proclive a volver sobre obras terminadas. Normalmente, una vez escrita y estrenada ya no modifico la partitura y miro hacia un proyecto nuevo. Naturalmente hay algunas composiciones con las que no me siento ahora muy identificada, y creo que ya no me representan. Otras las descatalogaría, pero hacerlo me parece que tiene algo de cobardía, que supondría renegar del pasado. Y están las que aguantan relativamente bien el paso del tiempo, parece que tienen autonomía, campan por sus respetos resultándome un tanto ajenas e incluso a veces sorprendentes.

 Cómo es no se ciñe a este patrón. Ha sido compuesta en tres etapas y revisada dos veces. Inicialmente fue un movimiento breve de unos tres minutos titulado “Cómo era cito antes de Pim con Pim después de Pim como es tres partes lo digo como lo oigo”, así enterito, por incordiar [5]. En esos años incordiar o al menos incomodar a público, profesores y autoridades, diseñadores de programas, sociedades de autores, patrocinadores y colegas nos parecía, a mí y a muchos de mis colegas, fundamental. Observo a los jóvenes músicos y a mis alumnos de hoy y mayoritariamente veo que más que distinguirse quieren asimilarse, entrar en el circuito oficial y sonar como los demás, lo que me causa cierta extrañeza.

El primer movimiento lo compuse en mayo de 1991, unos días antes de que Aleksey Igudesman y Hyung-ki Joo lo estrenaran en las Primeras Jornadas de Música de la Escuela de Música de Rivas-Vaciamadrid, el 25 de mayo [6]


Aleksey Igudesman y Hyung-ki Joo (Cómo era..., Rivas-Vaciamadrid 1991)

En 1992 Aleksey Igudesman y yo misma interpretamos este todavía único movimiento en la Universidad de Deusto, en Bilbao [7]. Es en ese mismo año cuando siento la necesidad de continuar la obra, esbozando un tríptico acorde con la estructura de la obra de Beckett y planifico sus líneas principales. El 6 de Diciembre de 1992 acabo el segundo movimiento, y el 11 de julio de 1993 el tercero. Este último es el que más tiempo me llevó, porque la obra quedó temporalmente interrumpida e incluso pensé en abandonar y dejarla en dos movimientos. También es el que ha sufrido revisiones más profundas posteriormente. En esos meses, además, mi vida personal y musical dio un giro inesperado. Tras dos durísimos años logro remontar y reanudo mi actividad musical más allá de la docencia, estrenando el 20 de abril de 1995 yo misma al piano la obra completa en Viena, en la Wittgensteinhaus, con el infatigable y siempre magnífico Aleksey Igudesman de nuevo al violín[8].



Aleksey Igudesman y Mercedes Zavala (Cómo era..... , Bilbao 1992)


Más adelante, y en base a la experiencia de aquel concierto, aunque no recuerdo bien las fechas, la obra sufrió ciertas modificaciones y ajustes, que quedaron reflejadas en una nueva partitura transcrita a ordenador (usando el programa -ahora una reliquia- Notator de Atari: ¡cuántos programas de edición y viejas máquinas se han ido quedando en el camino...!). Es esta versión la que se hizo el 16 de noviembre 1999 en el COMA[9] por el violinista Miguel Borrego y el pianista Juan Carlos Garvayo, que se esmeraron en la escenificación de la obra con un resultado realmente convincente[10]. La obra fue interpretada por última vez el 12 de noviembre de 2002 en la Hochschule für Music und Theater de Munich[11].

 Con motivo de la publicación de Cómo es, de nuevo he sentido la necesidad, esta vez bastante más apremiante, de introducir cambios significativos en el último movimiento, del que nunca quedé del todo satisfecha, especialmente cuando yo no intervenía en la interpretación. Sin embargo la parte escénica se ha mantenido sin cambios, ni de iluminación ni actorales. Es la parte propiamente musical la que ha sufrido las citadas transformaciones.

* * *


Indicaciones escénicas para la interpretación de Cómo es
 © by PERIFERIA Sheet Music - www.periferiamusic.com


2. Notas para una conferencia [12]


En la primavera de 1991 el equipo docente de la Escuela municipal de Rivas-Vaciamadrid preparaba las Jornadas de música I, un acontecimiento que incluía talleres y conciertos. Yo estaba involucrada en ellos como profesora, pianista y compositora. Compuse algunas obras para esta ocasión como Mirada, una colección de piezas para piano inspiradas y dedicadas a mis alumnos de piano; Cinco comentarios dadá (para pianista, bailarín de claqué, piano, pañuelo, silla, 55 monedas, atril y 10 papeles de colores), piano performance hecha a la medida del gran actor de comedia y fantástico músico Andrew Melvin; y el primer movimiento de Cómo es, pensado para la enérgica forma de tocar de dos grandes músicos, entonces aún jóvenes estudiantes de la Yehudi Menuhin School, Aleksey Igudesman y Hyung-ki Joo.



Andrew Melvin en otro movimiento de Cinco comentarios Dadá (Bilbao 1992)

 Por aquellos días me encontraba sumergida en la lectura de mucho teatro, especialmente Ionesco y Beckett. Creo que los dos simbolizan sendas facetas de mi forma de acercarme entonces y ahora al teatro musical. El universo de Ionesco está detrás de mis obras aparentemente más ligeras, humorísticas y absurdas, mientras Beckett ha sido el modelo del que se ha nutrido otro aspecto, más desgarrado, de mi producción. En realidad “Cómo es” no es solamente resultado de la lectura de la obra homónima, sino que recoge elementos de varias obras representativas de su autor, como En attendant Godot o la trilogía de novelas Molloy, Malone meurt y L’innomable. En este contexto, y muy involucrada en las actividades músico-teatrales del Grupo Secuencia [13], acometí en el mes de mayo, unos días antes del estreno, la composición de la pieza.


Una escena de Why not? (Grupo Secuencia, Madrid 1991)

Desde el punto de vista musical me preocupaba especialmente qué dinámica establecer entre dos instrumentos a los que habitualmente se les atribuyen características opuestas, principalmente la potencia melódica del violín frente al carácter polifónico y percusivo del piano, así como la oposición de sus timbres. No quería recurrir a un discurso en el que se deslizase, bajo un lenguaje aparentemente atrevido, el fantasma de la melodía acompañada y de la elaboración temático-melódica. Este era un miedo lógico en una etapa en la que, aún estudiante, reaccionaba contra las rutinas de los estudios académicos y en la que me abría a planteamientos diferentes gracias al descubrimiento progresivo de creadores como Ligeti o Lutoslawsky, y a las clases de compositores como Luis De Pablo en Madrid o Malcolm Singer en Londres, entre otros.

Lo incoherente como obsesión constructiva o deconstructiva –tan posmoderna- quizás era también una reacción al academicismo obsesionado con la “unidad en la variedad” –una unidad basada en lo obvio en el papel, y no en la sutileza multiforme de las relaciones musicales  desde el punto de vista auditivo y psicológico.

Estas inquietudes propiamente musicales, junto a las lecturas y las experiencias escénicas que poníamos a prueba en ese momento en los ensayos y conciertos del Grupo Secuencia, se fundieron de forma natural. Los dos instrumentos se convirtieron en algo parecido a Estragon y Vladimir en Esperando a Godot, o a los dos extraños “seres” de Cómo es, Pim y Bom. Dos seres (si es que realmente lo son) que se mueven en la oscuridad, en lucha permanente, rastreando a tientas identidad y sentido sin encontrarlo; buscando puntos comunes que resultan inviables o estériles (traducidos en la exploración de conexiones tímbricas entre el violín y el piano, con un uso obsesivo de staccatos, pizzicatos y trémolos); evidenciando lo absurdo de su intento en un imposible diálogo que nunca llegará a ser real, reflejado principalmente en la imposibilidad de unir sus voces en el primer movimiento:



 © by PERIFERIA Sheet Music - www.periferiamusic.com


 y en la imposibilidad de escucharse y propiciar una verdadera comunicación en el segundo:


 © by PERIFERIA Sheet Music - www.periferiamusic.com

para concluir en la trágica evidencia de que ninguno de lo personajes-instrumento se encontrará ni siquiera a sí mismo[14]. La pieza breve, inicialmente no teatralizada, se transformó finalmente en tres movimientos que reflejan la estructura tripartita de la obra literaria de Beckett .

Sin embargo, y pesar de todo lo dicho, no debe considerarse como una obra descriptiva en un sentido programático, ni siquiera expresivo o psicológico. No intento referirme al libro o a sus situaciones, aunque éstas enmarquen el carácter general, sino que el argumento se convierte en la trama real de la música, en la acción que genera la propia pieza. Dicho de otra forma, la situación planteada por Beckett y los arquetipos que se suceden en sus obras sin cesar, generan una idea que toma vida en la partitura musical, a partir de lo cual no es necesaria ninguna referencia exterior. La música, la interpretación teatral, la propia acción, la pregunta por el sentido es trasladada a la propia música en términos estrictamente musicales, se dirige al propio discurso, a su estructura y a otros aspectos como el camerístico o la escenificación de lo musical. Desde cierto punto de vista Cómo es  es en realidad una obra “anticamerística”, porque la relación entre los músicos precisamente pasa a primer plano y deviene problemática, y el trabajo de montaje procede a la inversa, parte de una realidad camerística dada, que más o menos funciona, para evolucionar hacia la deconstrucción del mismo concepto de música de cámara.

Todos los elementos, pues, han sido supeditados a esta idea central. El que más requirió mi atención fue el tímbrico y, en segundo lugar, el rítmico. Así, no busqué alturas específicas en un sentido melódico o estructural. Los sonidos son elegidos por el timbre que su propia altura genera, o si se prefiere, por las peculiares características tímbricas que sólo pueden ser producidas por la combinación de esa particular frecuencia, el medio instrumental que la produce y un ataque específico. Esta manera de trabajar las alturas es algo característico de gran parte de mi producción, aun cuando vaya combinado con otros procedimientos. Concibo frecuentemente la altura y el timbre como facetas de un mismo continuo, y supongo que esta es la causa de lo difícil que me resulta pensar en transcribir la mayoría de mis obras. En el caso de Cómo es, cuando se producen giros claramente melódicos (por ejemplo, el fragmento en que el violín toca con sordina en el primer movimiento durante los compases 50-54) se utilizan como un elemento contrastante que tiende a aumentar la incoherencia, o mejor, la dispersión del discurso, y nunca a organizarlo. Por esa misma razón los clusters a los que tan frecuentemente recurre la escritura pianística son comprendidos como nuevas opciones tímbricas en forma de mixturas. Las polarizaciones que se producen a veces sobre determinadas alturas se deben también a este mismo planteamiento, son ejes tímbricos y no tonales o modales –al menos en mi manera interior de concebirlos y comprenderlos-. El punto álgido en cuanto a unificación tímbrica entre los dos instrumentos se da en el II movimiento, en el que, a diferencia del primero, he trabajado fundamentalmente sobre la fusión y combinación de los timbres y ataques de los instrumentos, en un efímero intento de reconciliación, aunque ya en el primer movimiento hay fragmentos donde se trabaja este aspecto, como los pasajes de trémolos. En III, a partir de determinado momento, cualquier coincidencia es fruto del azar, y no de la búsqueda, una vez asumida la renuncia y la imposibilidad de crear un discurso común.

El tratamiento del ritmo obedece al imperativo de una fluidez asimétrica, pero nunca mecánica. Aunque la escritura de los dos primeros movimientos se presenta encuadrada métricamente dentro de un compás tradicional, en realidad el compás y el pulso no existen a efectos reales, pero son necesarios para la interpretación requerida y potencian la sensación en el oyente de que hay algo abstracto que tiende a unificar la interpretación de los dos instrumentistas, un tercer elemento en discordia y extraño a ambos. Evidentemente, la ruptura que supone a todos los niveles el último movimiento se refleja también en la escritura. Aquí ya no tendría sentido ni fijar la sincronía de los instrumentos, ni mucho menos atarles a la tiranía de un único pulso. Esa última atadura, ese último punto de referencia común desaparece de la misma forma que su esperanza de reconocerse mutuamente.

También hay que añadir, como observación que puede ayudar a los intérpretes en la construcción global de la pieza, que la libertad del tempo y la métrica se presentan en un crescendo, desde la relativa precisión rítmica que requiere la ejecución del primer movimiento, pasando por un segundo que podríamos considerar de transición, en el que se incluyen secciones muy precisas pero dentro de un marco general mucho más libre y cambiante, hasta llegar al planteamiento radicalmente distinto del tercero.

La obra desemboca irremisiblemente en la negación del discurso. No ocultaré el esfuerzo psicológico que tuve que realizar para concebir ese final, una antipieza en el sentido más drástico del término. Reconozco el agobio que me producía estar sumergida en la dura y sórdida visión beckettiana, me costaba comprender cuál era la solución que yo misma buscaba, la única posible para mi concepción de esta obra: la no solución, su negación, la ruptura. Precisamente su negatividad, su irremisión, su mensaje pesimista, junto a la renuncia por mi parte a una escritura fijada para los dos instrumentos, a un discurso construido realmente por mí, fue lo mas difícil. Pero finalmente consideré que debía ese tributo al verdadero espíritu de la obra de Beckett, y todo lo que se radicalizó en la elaboración de la música del tercer movimiento se vio compensado por el surgimiento de una teatralización sutil pero evidente, quizás la única solución desde el punto de vista dramático y formal.

Además de anular la interdependencia entre los instrumentistas y de renunciar a la fijación de alturas, matices y dinámicas, no deseaba que los intérpretes hablasen lenguajes diferentes, ni que utilizasen materiales inconexos, sino que me interesaba recalcar el hecho de que, a pesar de partir de elementos comunes, no lograsen, ni siquiera intentasen ya comunicarse. Este especial minimalismo, que construye un abigarrado discurso corrompiendo el sentido, es una característica muy interesante de algunas de las obras del último Beckett, como What Where. Su conocida trilogía de novelas, por otra parte, es también un impresionante crescendo en la fragmentación del discurso y la existencia del sujeto. En Comment C’est este monólogo interior lleva al extremo todas esas características, conjugando la incoherencia plena, pero inteligible aún, con una prosa convulsa en el límite de la literatura y la comunicación. Pero además en esta obra se da un aspecto que me interesaba enormente, por sus posibilidades musicales, específico del teatro de Beckett y en este caso presente en una roman: el monólogo interior se desdobla, entre el yo y el otro, es decir, entre el yo y el mundo, que encarna el otro ser. El final supone inevitablemente no solo la desarticulación individual, sino una escisión aún más explícita con el exterior, un paso definitivo en la anulación del ser.

Es también un límite al que pocas veces se puede llegar sin hacer peligrar la propia música, porque la pieza tenía que ser direccional en su impulso, automática en su apariencia, y dispersa en su contenido: pero los materiales no podían ser sino los fragmentos, los cristales rotos, el desecho y la negación de todo lo anterior; como las imágenes que, se dice, pasan en rápida e incoherente sucesión a través de nuestra mente en el momento antes de morir, y que se componen de un solo material: el pasado.

Así, hemos llegado al silencio. Esta vez no es el elocuente silencio musical de Cage, sino el de un vacío ensordecedor. “Nada es más real que nada”, dirá Molloy. Desde la nada ¿cómo volvemos a la música?


3. Cómo es 2011

La excusa de escribir este artículo me ha animado a acometer, como ya comenté antes, la publicación y por tanto la revisión de la obra. Los dos primeros movimientos han sufrido pocos cambios: el primero prácticamente ninguno; el segundo solo algunos detalles más relacionados con la grafía que con el contenido musical. El tercer movimiento, como ya hemos visto, ha sido esencialmente modificado, no en su idea fundamental, pero sí en su realización musical.

En el texto de la conferencia hacía referencia al tercer movimiento de la versión no revisada, anterior a 2011. Sucesivas interpretaciones de este tercer movimiento me convencieron de que no se puede dejar tanto trabajo constructivo al intérprete sin gran riesgo. Además surge una cierta dicotomía: o bien se construye el discurso de una manera musicalmente interesante pero que no enfatiza la idea del desencuentro, central en la pieza, o se corre el riesgo de que se mecanice la interpretación. Creo que la versión del estreno, de la que desafortunadamente no quedó grabación, salió airosa de esta dicotomía y funcionó. Pero fue obviamente una circunstancia excepcional; Aleksey y yo bromeábamos tras el primer ensayo acerca de lo difícil que era para dos músicos tocar juntos “sin comunicarse” realmente, sin mantener la empatía y la simpatía en respuesta a lo que el otro hace, pero logrando que cada parte mantenga su propio aliento y energía.


Comienzo del tercer movimiento en la versión inicial de 1993


Cuando hago teatro musical siempre intento que la música siga siendo interesante por sí misma, es decir, que pueda funcionar bien sin escenificación, sin la parte visual. Conseguirlo ya es otra cosa. Por esta razón he de reconocer que con el tiempo cada vez empleo menos la escritura abierta; y si lo hago, es con especial cautela, de manera que no se pierda totalmente el control del resultado deseado. Para que la escritura abierta funcione bien en obras complejas, elaboradas desde un lenguaje construido y personal, hacen falta intérpretes muy comprometidos y formados. No se trata de que sean excelentes en el sentido tradicional de la palabra, si no de que sean capaces técnica y musicalmente de asumir el papel creativo que se les solicita. Las más de las veces incluso los músicos comprometidos y formados no cuentan con tiempo para ensayar, porque las agendas de los concertistas no incluyen tiempo extra para ensayos en que se requieran atención a factores diferentes de los habituales. En caso de involucrar acciones teatrales, todo se complica aún más. En función de la iluminación o la escenificación, puede ser necesario memorizar parcialmente la partitura, lo que implica no complicar demasiado ésta, o dejar espacios de apertura.

Las modificaciones introducidas en la última revisión de Cómo es tienen como objetivo fijar musicalmente el principio del movimiento, posponiendo el divorcio personal y musical de los dos instrumentistas y explicitando claramente ese momento –que llamo de la renuncia- con el fin de dejarlos muy encaminados para que la inercia les lleve por caminos separados y no contrapuestos. La nueva versión introduce al principio un gesto nuevo, derivado del primer movimiento, que provoca un cambio dramático sustancial, creando un clímax de ansiedad que declina progresiva e irremisiblemente hasta desaparecer en el silencio.

  También he fijado los matices: la tendencia de los intérpretes, cuando los he dejado ad libitum, ha sido ignorarlos, hacerlo todo uniforme en fuerte o medio fuerte, y decrecer al final. No sorprende: la educación musical está obsesionada con en el estudio de las alturas por lo que tiende a descuidar la rítmica, la métrica y la agógica y a ignorar todo lo demás. Las obsesiones de los métodos analíticos son las mismas.

A continuación se resumen ejemplificadas las etapas del tercer movimiento en su nueva versión.


Final de II: notas tenidas, el violín se aleja paulatinamente del piano, dándole la espalda. La iluminación fade out, excepto las luces del suelo.


 © by PERIFERIA Sheet Music - www.periferiamusic.com


III-  A  : allegro, solo luces de suelo, creando sombras en las caras, ambiente sombrío.


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III-          B  : momento de la renuncia (marcada por varios unísonos de violín y piano a partir del compás 13):

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III -  C  : momento de la separación total. Progresivamente se irán independizando métrica y tempo.


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III -  D  : indicaciones de tempo independientes (violín allegro moderato, piano allegro molto).


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III -  E  : extinción final  (seguramente no simultánea), fade out luces (según acaba cada instrumentista), silencio  y black out.

FIN

Back to the future

"Encontrar una forma que contenga la confusión es, en la actualidad, la tarea del artista". Es esta una cita muy usada de Beckett, que para muchas personas relacionadas con el  mundo del arte sigue plenamente vigente. Sin embargo, el complejo mundo del autor de En attendant Godot  y su intrincada y problemática visión de la creación es, precisamente, suya, y esta sentencia, descontextualizada, desde luego no es una referencia general para mí, por mucho que sus obras hayan influido en las mías.

Y es que no soy amiga de dictados generales sobre la misión de los artistas, precisamente porque cómo se conciba esta misión es en sí misma la tarea fundamental de la creación. En el momento oportuno lo acertado es cambiar el lugar de enfoque, incluso aunque haya que dar algún paso atrás, para ver lo mismo desde otra perspectiva. Una nueva mirada que aun sin saberlo, cuestiona desde la propia obra, desde la propia praxis, la visión generalizada que parecía inesquivable. O, por qué no, tomar un desvío y explorar otras regiones. Dicho de otra forma, el foco está en cómo es y no en qué es.

Cuando compongo busco construir mundos: la obra que protagoniza estas páginas solo ronda uno de los muchos posibles, por intenso que sea.  Seguramente es difícil encontrar alguna partitura de mi catálogo que contraste tanto con Cómo es como mi otra composición para violín y piano: La imagen del espejo, planto a la memoria de Mercedes Gironés (2008, encargo de la Fundación Canal).  Solo comparten la instrumentación y el tono sombrío, lo que era inevitable para la segunda tratándose de un lamento. Pero nada más, o eso me parece. La imagen del espejo sería quizás tema para otro trabajoso artículo, otro ejercicio del autoconocimiento... dejémoslo para otra ocasión.

Mercedes Zavala Gironés,  Pozuelo de Alarcón, 9 de septiembre de 2011.




[1] Uso el plural a la manera propia e inclusiva del castellano para ambos géneros gramaticales. Como ello está ahora censurado en algunos ámbitos feministas desde que políticamente se decretaron otros usos, aclaro que abogo por el uso generalizado de este plural mientras no haya mejor solución literaria que los “todos-todas” y los textos repletos de “os/as” o arrobas ilegibles. Tampoco descarto ocasionalmente el masculino singular como expresión de categoría abstracta, aunque procuro ser más cuidadosa en esta cuestión si el lenguaje no se resiente en exceso y no se presta a confusión. Esta decisión es fruto de la reflexión, y no de la dejadez o la ignorancia. Lo advierto explícitamente porque ya he sido acusada y condenada en varias ocasiones por expresarme así, sin que se me diese la opción de contestar con argumentos. Mi biografía muestra una más que notable dedicación a la investigación feminista, a la gestión de actividades de las mujeres en la música y a la difusión de su repertorio; quien ha tenido que escribir textos para determinadas instituciones siguiendo instrucciones impuestas, conoce sobradamente el “código de uso no sexista” oficial y sin embargo, puede estar en desacuerdo con él y decidir no usarlo en los casos en que lo considera absurdo, ineficaz o incluso estratégicamente erróneo. Como no tiene relación con el tema de este artículo ni es el momento de esgrimir argumentos, me limito a constatar, por si acaso, que los tengo muy estructurados y meditados, equivocados o no (solo mediante el debate se puede dilucidar este último punto).
[2] Publicada en PERIFERIA Sheet Music - www.periferiamusic.com, Barcelona 2011.

[3] No pretendo negar desde luego la pertinencia y riqueza de otros acercamientos, ni lo fructífero de abordar lo musical desde puntos de vista complejos e inclusivos. Pero también observo que la ansiedad de músicos y musicólogos por estar a la altura de las discusiones analíticas, hermenéuticas e interpretativas que se disputan en las facultades de filosofía y sociología desde finales del siglo pasado, hace que se metan –y mal- en unos jardines en los que más valdría no entrar sin brújula y bases teóricas previas muy sólidas.
[4] Malcolm Singer, compositor y actual director de la Yehudi Menuhin School de Londres, enseñaba composición en esta escuela y en la Guildhall School of Music.
[5] Es la frase que abre el libro de Beckett: <>
[6] Las jornadas contaron con la presencia en talleres y conciertos de profesores como Jorge Pardo (jazz), Hyung ki Joo (piano), Aleksey Igudesman (violín) Andrew Melvin y Mercedes Zavala (composición), además del resto de profesores de la Escuela de Música como asistentes: Mariano Alises, Francisco Lafourcade, Juan Pablo Arias, Mónica Cobos, Laureano Estepa y Juani Zapata. La dirección musical estaba a cargo de Alexandre Schnieper.
[7] El concierto tuvo lugar dentro del “8º congreso internacional de mujeres en la música”. Además de Cómo era... fueron interpretados magistralmente por Andrew Melvin mis 5 comentarios Dadá, para pianista-actor. 
[8] Female Music Rush Hour, dentro del “9th International Congress on Women in Music”, organizado por FEMMAGE, al que fui invitada representando a España. Además de interpretar mis piezas para piano Mirada, estrené una obra compuesta específicamente para tal evento, el Diario (íntimo) de Sara-Clarabella Max, una piano-performance para pianista-actriz inspirado en la obra plástica y literaria de Clara-Sarabella Beautifreigel.
[9] Festival de Música Contemporánea de Madrid, organizado por la AMCC (Asociación Madrileña de Compositores).
[10] De esta versión hay grabación realizada por Radio Nacional.
[11] III Cycle “Contemporary spanish music in Europe”, Archaeus Ensemble dirigido por Liviu Danceanu, organizado por el colectivo de compositores ECCA.
[12] Escritas a finales de la década de los noventa para la presentación de Cómo es en la Yehudi Menuhin School de Londres a petición de Malcolm Singer, estas notas iban principalmente dirigidas a los jóvenes intérpretes que quisieran abordar su estudio.
[13] El Grupo Secuencia se formó al calor de la preparación de las citadas Jornadas de Rivas-Vaciamadrid, y por la efervescencia creativa que provocó la reunión de varios artistas con muchas ganas de hacer música actual y pretérita a un alto nivel y de “otra manera”, acercándola al público y en especial a los alumnos y aficionados a la música, que entonces formaban un interesante público potencial en el municipio. La vinculación con la literatura, el teatro, el happening y las artes plásticas fue desde el inicio una de sus señas de identidad. En su presentación   con el espectáculo Why not? (1991, en la sala Tomás Luis de Victoria del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid) eran sus integrantes: Andrew Melvin, Mercedes Zavala, Aleksey Igudesman, Alexandre Schnieper, Laureano Jesús Estepa y Hyung-ki Joo. Como colaboradores, entre otros:  Juana Zapata, Gabriel Gómez Manzaneque, Javier Vela Arambarri,  Manuel Cardeñas Aguirre, y  German White. El concierto se hizo bajo el patrocinio de Loewe.
[14] <<...non jamais eu de Pim non ni de Bom non jamais eu personne non que moi pas de réponse que moi oui ça alors c’etais vrai oui moi c’etait vrai oui et moi je m’appelle comment pas de réponse MOI JE M’APPELLE COMMENT....>> (Cf. Comment C’est, p.226 de Les Éditions de Minuit, Paris 1961), La traducción utilizada en las citas en castellano es la de José Emilio Pacheco para la Editorial Joaquín Mortiz, México 1966.).

(Artículo escrito para "15 compositoras españolas",  publicado por la Editorial Piles)



Mercedes Zavala: MANUAL DE MÚSICA Y GÉNERO (MUSIC AND GENDER GUIDE)


MÚSICA Y GÉNERO
MUSIC  AND GENDER

Manual para la asignatura del mismo nombre en el Título propio de la UCM
Magister en estudios de las mujeres (Antes Master en feminismo y género)



Pendiente de Publicación en:
GENERO Y MUJER DESDE UNA PERSPECTIVA MULTIDISCIPLINAR
Editorial Fundamentos



Mercedes ZAVALA GIRONÉS
Compositora
Conservatorio Profesional de Música Teresa Berganza, Madrid
Miembro del Consejo del Instituto de investigaciones feministas de la UCM

MÚSICA Y GÉNERO

1.     Introducción y demarcación del campo de estudio

Como toda manifestación cultural la música es también creadora, portadora y transmisora de construcciones de género. En general las artes conforman un fenómeno complejo: se dirigen al pensamiento como forma de conocimiento y propician la experiencia estética individual, pero también adquieren una dimensión colectiva de gran incidencia social. Desde este punto de vista la expresión artística puede actuar como potente motor de cambio pero también como una eficaz herramienta del poder para sustentar el pensamiento único o la ideología dominante.

El caso específico de la música, y a pesar de su tradicionalmente reconocido grado de abstracción, resulta ser muy relevante en lo social, por ser un arte escénico que fácilmente convive con otras artes o acompaña eventos de cualquier otro tipo. El acto del concierto, con sus componentes visuales y rituales, rebosa de significaciones añadidas. Cuando estos elementos adyacentes se potencian hasta adquirir el protagonismo, la música puede quedar totalmente subsumida y convertirse en la excusa sobre la que se construye el “verdadero” espectáculo.

Este aspecto de lo musical como subsidiario de otras manifestaciones -artísticas o no- se ha visto proyectado en la actualidad hasta cotas antes inimaginables debido al desarrollo de las tecnologías aplicadas a la reproducción sonora. Más allá de la sala de conciertos o del teatro, la música está omnipresente, lo queramos o no, en los medios de comunicación, en los móviles, los ordenadores personales, en los altavoces que acosan en el transporte público... En definitiva, la música se ha convertido en el reclamo de una industria multimillonaria y multinacional que ha encontrado la panacea para vender sus productos o llegar a diferentes sectores sociales. Pero precisamente porque la música nos rodea continuamente en situaciones tan cotidianas que el juicio crítico queda suspendido, es aún más importante tomar consciencia de los tópicos que construye y subraya mientras la escuchamos acríticamente.

Que la música sea en exceso utilizada como fenómeno subsidiario no justifica que cometamos el mismo error. Así, mientras su uso en  los medios de comunicación como herramienta publicitaria se debe estudiar, como es lógico, también desde el campo de la filosofía, la antropología, la sociología y las ciencias de la comunicación, en el campo de la música y el género es imprescindible abordar el trabajo desde la comprensión de sus características como arte y ciencia del sonido, y desde la reivindicación del estudio diacrónico de las aportaciones de las mujeres a la música. La tarea de recuperación e incorporación sigue siendo imprescindible no solo para reinterpretar el papel de las mujeres en la historia de la música y por tanto del arte, sino también para proporcionar otros modelos a las mujeres y a los hombres de hoy, superando los prejuicios imperantes en el binomio mujer-música.

Esta parte descriptiva, necesariamente sucinta. se ciñe a la música culta occidental. Aspectos relevantes en la construcción de género en la música culta de sociedades no occidentales, en la música folklórica o en la popular se tratan de manera sincrónica y desde sus aspectos más relevantes socialmente.

Por último, y a pesar del título de la asignatura, el campo de estudio se centra en las relaciones entre la música y las mujeres desde una perspectiva feminista, aunque inevitablemente asuma como marco el más amplio e inevitable terreno de la música y el género.

2.     Contenidos y objetivos

Los contenidos y los objetivos se estructuran de acuerdo con cuatro puntos de vista, todos igualmente importantes para la consecución del objetivo principal: obtener una perspectiva de conjunto sobre la problemática de los aspectos de género en su relación con lo musical.

2.1.  Introductorios

Conviene clarificar y discriminar los conceptos necesarios para comprender la especificidad de lo musical y sus ramificaciones pertinentes para los estudios de género, como la musicología, la filosofía de la música, la historiografía y la sociología del arte. Como también resulta crucial delimitar el campo de estudio, diferenciando cuestiones de género y música frente a otros terrenos con los que se puede relacionar estrechamente pero con los que no se debe confundir (como el análisis de aspectos textuales o visuales). Solo asentadas estas bases previas tiene sentido debatir sobre la posibilidad de la existencia o no de una escritura femenina en lo musical y pueden someterse a crítica las posturas encontradas.

2.2.   Histórico-descriptivos

La descripción de la participación de las mujeres a lo largo de la historia de la música occidental es necesaria para construir unos antecedentes cuya existencia hasta hace muy poco ha sido negada; en algunos círculos aún es contestada.

Esta participación tiene varias vertientes; de entre todas ellas se resalta la composición musical, muy necesitada de difusión y reivindicación. Pero también se revisa el papel e importancia de las intérpretes: cantantes y divas, instrumentistas o directoras de orquesta y/o coro; el de las aficionadas y melómanas; el de mecenas y patrocinadoras, musicólogas e historiadoras de la música, periodistas y críticas especializadas y desde luego el de las receptoras y/o consumidoras del hecho musical.

No ocultaremos que algunos trabajos de la historiografía feminista y los estudios culturales norteamericanos cuestionan que se otorgue protagonismo a las obras y sus creadoras, por considerarlo tradicional y adscrito al canon patriarcal. Pero no parece sensato en aras de modas intelectuales obviar el conocimiento de las figuras más importantes y las obras representativas de cada período histórico, así como del contexto en que aquellas mujeres tuvieron que practicar o crear la música cuando se les permitía hacerlo. A partir de esta base se puede luego discutir la pertinencia o no de las periodizaciones habituales, lo adecuado o no de una historia de figuras sobresalientes, los presupuestos del canon o lo que se quiera. Pero se entiende que toda especulación debe partir del conocimiento.

Los objetivos principales son: adquirir una visión crítica de la historia de la música tradicional junto a un conocimiento de las principales compositoras, de sus obras, y del marco social en que se inscriben, así como adquirir los recursos suficientes para poder seguir profundizando en el tema.

2.3.  Críticos

Se hace necesaria la revisión de las aportaciones de los últimos estudios de la musicología a la estética y al feminismo, y de los debates principales suscitados, con el fin de ir adquiriendo una visión sintética. También resulta importante diferenciar posturas que han llevado a callejones sin salida o han quedado obsoletas de las que aún presentan retos sobre los que trabajar. De hecho, hace tiempo que asoman estudios en este sentido y que proporcionan la síntesis necesaria para empezar a trabajar a un nivel diferente.

El objetivo fundamental es fomentar la reflexión crítica sobre aspectos que emergen del propio debate.  En esta parte es ineludible la referencia a la música de otras sociedades y a la música actual, en sus variadas manifestaciones.

2.4. Pragmáticos

No hay que olvidar que el principal motor del trabajo feminista es la transformación de la subjetividad y la sociedad como vía para superar las desigualdades, injusticias y dominación que la sociedad ejerce sobre las mujeres. Por lo tanto, no perder este objetivo es tan importante para la reflexión sobre la música y las mujeres como lo es en las demás materias.  Es imprescindible analizar en profundidad el papel y el poder que ejercen la música artística, la música espectáculo y la música publicitaria en lo individual y lo colectivo, para subvertirlo cuando sea necesario, o para instrumentalizarlo con otros fines.

El objetivo fundamental será exponer cómo desde la música o con la música como herramienta puede empujarse la transformación social y la construcción de una subjetividad modelada más allá de los paradigmas heredados. Para ello puede utilizarse desde el propio acto del concierto hasta la acción social basada en la propia praxis musical, la terapia, o la educación. En definitiva, todo lo que ayude a la superación de modelos que de manera encubierta o abierta degraden, cercenen o deformen a la mujer.

3.    Clarificación de conceptos

Sin pretender una delimitación estricta, que además sería imposible, porque la realidad es compleja, se hacen necesarias algunas discriminaciones conceptuales, especialmente por los usos confusos que la sociedad de lo políticamente correcto ha hecho de palabras que antes tenían una significación más o menos clarificadora. Si teorizamos desde el miedo a la sospecha de incurrir en “clasismo” o “elitismo” en el uso de los conceptos no hay pensamiento posible. La conceptualización necesita de la discriminación, y solo luego, desde el conocimiento, es posible relativizar.

Por lo tanto se hace necesario reclamar la historia para referirnos a la recuperación de la obra de las compositoras pretéritas y construir una narrativa desde esta información nueva; la diferenciación clara entre los vértices sobre los que se construye el hecho musical en la música culta pretérita y actual occidental frente a la música folklórica o la popular: los conceptos tradicionalmente fundamentales a esta noción occidental de música culta como son autoría (individual) –obra (escrita) –interpretación – recepción; y el concepto de autonomía musical así como las polémicas sobre la posibilidad de la significación musical o de su semanticidad


Todos estos conceptos han sido debatidos y especialmente sometidos a la crítica desde los años ochenta del siglo pasado, tanto desde la nueva musicología (COOK,1998) y la musicología feminista (McCLARY 1991) como desde la filosofía de la música (ROWELL, 1983), o aún antes por la estética musical (HANSLICK, 1854), (BRELET, 1951). Y por supuesto y sobre todo desde la propia praxis artística, como es el caso de las vanguardias de principios del siglo XX, de la música improvisada (ALONSO, 2008), del teatro musical, o de la música electroacústica, entre otras.

En cuanto a la tradicional diferenciación de la doble perspectiva de las mujeres como objeto de la creación artística frente a las mujeres como sujetos de la misma –ya clásica en los estudios de género de artes plásticas y literarias-, en lo musical es necesario introducir algunos matices. No es realmente posible una traslación directa del citado esquema, sino que más bien hay que adecuarlo a las características peculiares de lo musical.

Sin duda el binomio sujeto–objeto es pertinente en muchas situaciones de estudio y sobre todo en el tratamiento de determinados géneros musicales asociados a un texto poético, como es el caso del lied, a un texto teatral (por ejemplo en la ópera), o argumental (en el ballet y la pantomima), o al arte cinematográfico. El estudio del género[1] operístico ha sido especialmente ahondado, aunque no siempre sobre premisas razonables. Los análisis del discurso musical a veces se han llevado muy lejos, en la estela de McClary, realizándose en ocasiones interpretaciones bastante desnortadas –por indemostrables- y arbitrariedades en las argumentaciones, cuando las hay, que resultan ser en realidad una paradójica vuelta a los presupuestos decimonónicos de la peor crítica musical y de la musicología más vituperada por la propia McClary.[2]

Por otro lado, el estudio del papel de la mujer en las artes escénicas es especialmente complejo, por requerir la mediación del intérprete o la intérprete desde el instrumento, la voz, la dirección orquestal o coral, etc.. Es la única manera de hacer posible la transmisión de la obra desde el sujeto de la creación (compositor o compositora) hasta su recepción (público, alumnado, o amateur). La interpretación y la creación pueden coincidir en algunos casos, pero no en la mayoría si hablamos de música sinfónica o de cámara, como es obvio. El estudio de este eslabón específico esclarece algunos aspectos de la estética del arte estudiados desde el género. 


La intérprete resulta una figura de enorme importancia para la incorporación de la mujer al ámbito de lo público, si comparamos su situación con la de la compositora, que realiza el trabajo previo al estreno en el ámbito privado, en la invisibilidad. Además se produce la interesante situación de que la mujer deviene transmisora de la creación masculina; frecuentemente asume con tanto ahínco este papel que incluso pierde interés por la creación femenina[3]. Como transmisora de la creación masculina, a veces es ascendida –regalo envenenado- al papel de musa; otras ensombrecida como simple herramienta transmisora, o en el extremo contrario, encumbrada a gran protagonista, desdibujando la propia figura del creador (más raramente creadora) en la imagen de la diva –otro regalo envenenado-, que hoy se perpetúa aún en las estrellas de la música popular. 

En cualquier caso, cuando la mujer se incorpora a la escena pública adquiere una nueva dimensión simbólica, encarnando un poder mágico-sexual; es el caso de la cantante-diva, en la que voz y cuerpo se unen. La trampa es que la voz a menudo deviene el vehículo usado por el creador-hombre y el cuerpo una proyección del ideal femenino construido por la imaginería erótica masculina, ambos subjetivizados por la propia diva como sus propios ideales de identidad. Según se valore como bondad o maldad el contenido que transmite esa voz –divina o demoníaca-, se ha venerado o execrado su participación en la escena pública.

Contrasta enormemente con ello la invisibilidad de las compositoras, que trabajan en la sombra y desaparecen con su obra ante la intérprete o el intérprete. A nadie interesa –desde el anterior punto de vista- una señora de 50 años con gafas de culo de botella componiendo en su casa en bata, el glamour es nulo y el estereotipo del genio y la musa juegan en su contra.

La escena, como espacio de representación, es también objeto privilegiado de estudio: un ejemplo de ello es el salón, que en muchos casos supuso una verdadera vía de transición desde el ámbito privado de la casa al público de la sala de conciertos. Muchas de las composiciones de mujeres fueron realizadas para ese espacio y estrenadas ante ese proto-público.[4]

Si salimos del terreno de la música artística -la línea no siempre es nítida- entonces nos topamos con un panorama complejo que rebasa lo propiamente musical e inunda lo sociológico y lo antropológico, desplegando elementos que van desde lo ritual hasta lo mediático. Si en la música artística el foco se tiende a poner en la obra o en la autoría, en estos fenómenos la luz cae sobre la interpretación y finalmente sobre la recepción. Una toma de conciencia de lo que supone lo musical como refuerzo de mensajes verbales o visuales es importante para poder partir de una actitud crítica.

4.    Las mujeres en la historia de la música

La musicología feminista contribuye en las dos últimas décadas del siglo XX con una serie de publicaciones que posibilitan un cambio de perspectiva radical sobre la participación de las mujeres en la música occidental. Eva Rieger (1980) y Eva Weissweiler (1988) en Alemania, Jane Bowers y Judith Tick (1987), Diane Peacock (1988), Karin Pendle (1991) en USA o Julie Ann Sadie y Rhian Samuel (1995) en Inglaterra, entre otras, desvelaron y reevaluaron la obra e importancia de muchas compositoras, poniendo también en relieve el trabajo y la relevancia de intérpretes, teóricas y patrocinadoras.  Por sí mismos estos trabajos refutaban la extendida afirmación de que no ha habido creadoras musicales.

Según se empezó a tirar del hilo aparecían más y más compositoras, de prácticamente todos los periodos históricos. En algunas ocasiones, con catálogos extensos y con una proyección y un reconocimiento público en vida que hacía más sorprendente e irritante su desaparición posterior de las fuentes historiográficas. Por otro lado todas ellas ignoraban el trabajo de sus antecesoras sufriendo lo que se ha dado en llamar la “ansiedad de la autoría”[5] que la percepción de sí mismas como pioneras –o intrusas- alimentaba. 

También tiene gran importancia estratégica la recuperación, revisión y publicación de partituras y grabaciones. Algunas antologías ya clásicas son la de James R. Briscoe (1987-2004) – acompañada de grabaciones- y la inmensa de Marta Furman y Silvia Glickman, cuyo primer volumen de una serie de 12 aparece en 1996. Se crean también editoriales especializadas en la publicación de partituras como la alemana Furore Verlag y la estadounidense Hildegard Publishing Company, y aparecen sucesivamente valiosas monografías sobre compositoras como Clara Schumann (Nancy Reich 1985), Cecile Chaminade (Marcia J. Citron 1988), Jacquet de la Guerre (Catherine Cessac 1995), Fanny Mendelssohn (Françoise Tillard 1996) Mel Bonis (Christine Geliot 2000) o Ruth Crawford Seeger (Joseph N. Straus 1995, Judith Tick 2000), entre otras. Todas ellas muestran catálogos de importancia y calidades más que profesionales.

A pesar de su importancia estos trabajos no han sido traducidos al castellano. Ha habido algunos intentos aislados de hacerse eco de las investigaciones de recuperaciones foráneas y de impulsar las propias, como el de María Luisa Ozaita, quien añadía en 1995 al libro Patricia Adkins Chiti un apéndice de compositoras españolas (ADKINS 2001). En este exiguo panorama resulta de importancia definitiva el trabajo publicado recientemente por el Centro de Documentación de Música y Danza Compositoras Españolas, la creación femenina desde la Edad Media hasta la actualidad (2008), trabajo de documentación que puede abrir una nueva etapa, suministrando por fin una base documental sobre la que sustentar una estrategia de investigación y divulgación seria y sistemática.[6]

Estas publicaciones suministran materiales de trabajo y permiten que las obras inicien su camino hacia las salas de concierto y accedan al circuito comercial en grabaciones. En esta línea aún queda muchísimo por hacer porque también es crucial que los resultados alcancen a la sociedad y al mundo profesional: el objetivo final no se ha logrado ni de lejos, ya que las figuras y obras más relevantes siguen fuera del repertorio, y pocos nombres se han incorporado, ni siquiera con carácter testimonial, a las historias generales de la música y por tanto tampoco a la enseñanza, ni general, ni profesional.[7]

Por supuesto los esfuerzos continúan. En España la Asociación Mujeres en la música (subvencionada por el Instituto de la mujer) inició en 2008 el Proyecto Pedagógico de Música y Género, impulsando debates, conciertos y sobre todo, grupos de trabajo en Conservatorios Profesionales de Música  e Institutos de Educación con el fin impulsar la renovación del repertorio y los textos en los centros de enseñanza, promoviendo una actuación en red de todas las comunidades autónomas, y dirigiendo sus esfuerzos principalmente al cuerpo docente. Algunas docentes estaban y están haciendo esfuerzos que a veces pierden eficacia por ser aislados, pero que se suman a la sensación general de que hay que propiciar un enriquecimiento del repertorio en la academia.

Como ya he afirmado en otra ocasión

“La recuperación de las compositoras históricas junto a la atención por el trabajo de las contemporáneas dentro del ámbito de la música culta o de creación, es esencial para superar la asociación secular de la creación musical a lo masculino en la cultura occidental.  En este sentido la mirada hacia el pasado no es un gesto nostálgico o compensatorio, sino necesario para la construcción de la posibilidad de la mujer como creadora musical en nuestro imaginario. “ (ZAVALA, 2009: p. 215).

 Conviene advertir contra la enfatización de “las primeras”, tan cara a los medios de comunicación, que en aras de buscar pioneras se convierte en una trampa de la ignorancia. Los siglos precedentes, desde luego, están paradójicamente repletos de compositoras así consideradas en su momento, por lo que hay una larga y aburda lista  de “primeras compositoras”. Este tipo de conceptualizaciones muestran lo poco que aún ha calado en la sociedad el trabajo realizado en los ámbitos académicos. Quizás este sea un reto de la máxima importancia: no hay que perder de vista que en esta sociedad proclive a la desmemoria y la ignorancia de la propia historia nunca insistiremos lo bastante en la importancia que adquiere la introducción de modelos históricos en la enseñanza con el fin de integrarlos en nuestro acervo cultural.

5.    Musicología feminista, aportaciones y debates

Desde el conocimiento, aunque sea sucinto, de los trabajos de recuperación historiográfica comentados en el punto anterior, y asentados algunos conceptos heurísticos básicos pertinentes a las relaciones entre música y género, podemos acercarnos con criterio a los debates que protagonizan la discusión.

En el ámbito anglosajón es la corriente llamada nueva musicología la que con fuerza toma el protagonismo. Bajo esta denominación se incluyen estudios de orientaciones diversas, aunque su claro punto de encuentro es el fuerte viraje hacia la sociología (ZAVALA, 2009). Desde posiciones neomarxistas y posmodernas, dirigen el debate hacia la superación de las barreras y los prejuicios de la musicología tradicional. Entre estos últimos denuncian el etnocentrismo imperante y reclaman el estudio de las manifestaciones musicales que tienen lugar fuera de la academia o de la sala de conciertos. También abogan por una crítica más o menos feroz del  canon occidental, de su transformación necesaria para incorporar otros repertorios o incluso de su desaparición.

En cierto modo, y atendiendo al menos a lo que se ve, oye y lee en los medios de comunicación e incluso en algunos ámbitos académicos y universitarios, parece que lo último está casi conseguido, solo que desgraciadamente parece que ningún criterio lo ha sustituido. Si no hay canon académico, habrá otro, por ejemplo el mediático y el empresarial -que se suele confundir con democrático-: lo mejor es lo que más se vende. Las posiciones extremas vituperan no solo las concepciones tendenciosas en cuanto a música y género de la musicología tradicional, sino incluso los estudios técnicos, el análisis musical y el propio concepto de música en sí, considerado como “The Ultimate Feminist Issue” (CUSICK, 1999, p.491).

Las posiciones más moderadas y autorizadas en estos debates se encuentran en Nicholas Cook (COOK, 1998), quien además de suscitar estas cuestiones de una manera abierta y razonable viene avalado por trabajos musicales de corte técnico y especializado de gran excelencia (COOK,1987); en Marcia Citron, a quien debemos algunas de las aportaciones pioneras en torno al género y la música, como el imprescindible Gender and the musical Canon (CITRON,1993); o en Lucy Green (GREEN,1997). Como texto aislado y lúcido en España hay que destacar Feminismo y música (RAMOS 2003), donde la autora sintetiza con gran inteligencia las líneas básicas de estas corrientes.

Mientras en otras áreas el debate se ejerce con pasión pero con libertad, como ha sido el caso del feminismo de la diferencia y el de la igualdad, parece que las posturas de la musicología feminista norteamericana han sido asumidas de manera acrítica por la –exigua- musicología feminista española. Pocos son los escritos que partiendo de una base feminista adoptan una postura crítica; quizás impera el miedo a la acusación de antifeminismo, o de ignorancia ante la ingente literatura que cada año han generado las universidades anglosajonas, y tras su estela, algunas iberoamericanas. Las especulaciones de McClary han sido desarrolladas, discutidas, desviadas e incluso deformadas hasta el hartazgo, y los tópicos de la nueva musicología norteamericana repetidos infinitamente. Pero la realidad músico-social de Norteamérica no es la misma que la de Europa y desde luego que la española. ¿Realmente necesitamos recurrir al mito construido de Madonna para postular una imagen de creadora musical femenina? ¿Necesitamos matar la música para convertirla en sociología y reclamarla luego como una actividad social y artística de la que las mujeres nos podamos reapropiar?

Sencillamente hace falta una vía alternativa que desde una base filosófica feminista clara defina objetivos y despliegue estrategias más eficaces y sobre todo, adecuadas a las situación de la música y del feminismo en la España actual.

6.    Música y género: conclusiones provisionales y aplicaciones prácticas

6.1.  Introducción: situación de partida

Mientras la musicología se enreda en metaconcepciones sobre su propio alcance y materia de estudio, en la enseñanza musical y en las salas de concierto se refugia una concepción del repertorio caduca que no es capaz de enfrentar el ataque mediático y político de la música de consumo.

Estoy convencida de que para devolver la dignidad y reevaluar el papel de las mujeres en la música resulta necesario también resituar, redignificar y reelaborar, aunque sea sobre bases nuevas, la concepción de la música como arte y producto cultural en sentido fuerte.

Solo diferenciando las manifestaciones musicales artísticas (que pueden incluir música culta, folklore, o músicas populares como el jazz o el flamenco, y los múltiples cruces que frecuentemente se producen entre las citadas) de las de consumo es posible establecer líneas de actuación, porque dependiendo de en qué terreno nos movamos los objetivos y las herramientas de trabajo difieren.  Ello no implica que esta frontera no se solape y que haya fenómenos inclasificables, deleznables, interesantes o excelentes artísticamente en cada uno de los dos sectores.

En el caso de la música de consumo hay que tener en cuenta que lo musical está generalmente en segundo o tercer plano o es incluso residual. Es precisamente lo que la define como tal. Se trata de fórmulas, a veces erróneamente llamadas “estilos musicales”[8] que se reconocen fácilmente por estar basadas en patrones armónico-rítmicos repetidos hasta la saciedad;  tienen como medio de expresión-difusión el audio grabado y el video clip, significativamente, porque en realidad predominan los aspectos visuales y/o textuales sobre los sonoros; se vertebran sobre una letra y/o una coreografía a la que se acompaña de una instrumentación estándar y/o electrónica; la autoría está diluida y tiende a confundirse con la interpretación vocal y la duración suele rondar los 3, 4 ó 5 minutos.

Por lo tanto, a la hora de extraer consecuencias, análisis y estrategias de acción y transformación lo importante en este tipo de manifestaciones es el contenido del texto, la gestualidad y la puesta en escena. La música solo será un elemento más, que subraye o pervierta el resto, por lo que hay que tomarla como elemento subsidiario. Por ello es fácil el trabajo desde patrones de género; suelen ser muy elementales y no nos topamos con la complejidad de las obras artísticas, en las que es mucho más complicado y comprometido extraer consecuencias precisas, pues se caracterizan por la apertura semántica y por tejer una compleja red de denotaciones y connotaciones; aún más problemático es el trabajo sobre la música instrumental cuando no va asociada a un texto, programa o escena. Aquí tendremos que centrar nuestros análisis en los elementos ajenos a la música y en la manera en que se asocian a ella, y si no es así será difícil demostrar nuestras conclusiones.

Desde luego en mucha música de consumo la puesta en escena y las letras incluyen abundantes tipologías sexistas. Curiosamente, incluso los mensajes explícitos pasan desapercibidos al espectador o a la espectadora. Y este es uno de los efectos que juega lo musical –básicamente la rítmica y armonía hipnótica-: desactiva el juicio crítico. Este uso es conocido en el cine o en la publicidad, pero también se puede dar, hasta cierto punto, en la propia escucha, al menos en músicas que así lo provoquen. Es ciertamente lo contrario del distanciamiento propugnado por Brecht en el teatro. Por tanto será un primer objetivo analizar los distintos elementos en juego con el fin de reactivar la reflexión crítica y poder valorar las características de la imagen de mujer representada, y los mensajes dirigidos a ella o sobre ella.  Hecho esto se puede proceder a hacer contraposiciones esclarecedoras entre distintos tipos de mensaje subliminal.

Al interés que en la divulgación de este tipo de productos tienen las discográficas, los medios de comunicación asociados a ellas y algunas marcas de bebida, entre otros sectores, se suma el beneplácito de la política local, autonómica y nacional, sea del signo que sea, asentada en la narrativa del todo vale si se presenta como cultura (cuando en realidad es industria, y a veces representa precisamente la incultura, la ignorancia y la falta de formación). Ello hace verdaderamente difícil y sobre todo impopular la crítica, pero también dificulta la divulgación de lo recuperado y conquistado, que queda recluído –o acorralado- en el entorno reducido y específico de la sociedad musical (oyentes melómanos/as o casuales, aficionados/as, profesionales de la praxis musical y teóricos/as).

No obstante, si hablamos estrictamente de música y género, es necesario volver a lo propiamente musical para vertebrar acciones que le incumban directamente. Las mujeres todavía están ausentes de muchos ámbitos musicales, y la falta de modelos hace que siga siendo difícil su incorporación.  En algunos ámbitos los cambios no son tan rotundos, ni el futuro parece tan prometedor. El número de compositoras hoy sigue siendo muy desproporcionado respecto a los varones y muchas de alumnas de los conservatorios presentan claros problemas para imaginarse a sí mismas como compositoras o directoras de orquesta; lo cual no es de extrañar, ya que en el repertorio que estudian durante toda su carrera como instrumentistas, o en otras materias como armonía, contrapunto, o historia, no se topan normalmente con una obra compuesta por una mujer; esto también se aplica a la enseñanza general: Lucy Green describe cómo funcionan algunos estereotipos femeninos en la escuela, especialmente en lo que se refiere a la creación y a la “irrupción de la feminidad” en el aula, y propone algunos modelos de intervención en el currículo de música (GREEN,1997, p.160 y ss.).  Por ello es importante insistir en la acción educativa, tanto en la general como en la específicamente musical; solo desde esa base es posible formar adecuadamente a quienes van a programar conciertos y solo así podra existir un público culto que espere y demande este repertorio.


* * *

A modo de resumen podríamos esquematizar algunas vías de actuación:

6.2.   Estrategias de acción social desde la reflexión crítica sobre la música de consumo o asimiladas a su formato

Análisis para desvelar modelos que promuevan o avalen, implícita o explícitamente, la desigualdad o la violencia de género, o al contrario, que contribuyan a mejorar estos modelos.


Deconstrucción de valores, reflexión sobre la asunción de modelos sexistas que se implantan en la propia subjetividad.

6.3.  Estrategias para el crecimiento personal desde lo musical como expresión artística

Trabajo en terapias musicales grupales para la autoayuda y el crecimiento personal, desde la propia experiencia de la música como forma de expresión, de autoconocimiento y de comunicación interpersonal.

6.4.  Estrategias para la formación musical, general o especializada, que incluya a mujeres músicas

Integrar modelos femeninos en los materiales de la escuela, especialmente en la historia de la música.


Elaborar materiales de calidad que incluyan a compositoras históricas y den noticia de las actuales.[9]


Sensibilizar al profesorado y procurarle materiales y recursos.


Preparar materiales y recursos especializados, como son publicaciones de partituras para introducirlas en el repertorio instrumental y vocal de los conservatorios y universidades.

6.5. Estrategias de investigación

Desde las ramas de la musicología, la historia de la música, y otras relacionadas, sigue siendo necesario y urgente preparar para los sectores profesionales de la música materiales de trabajo (información histórica, biografías, materiales críticos para la edición de partituras, libros y grabaciones, etc.). En España está casi todo por hacer en este sentido, la mayoría de las obras de las compositoras españolas históricas siguen inéditas, no se han reeditado o no se encuentran disponibles.

6.6.  Divulgación musical y general

Incidir en las programaciones de orquestas, grupos y festivales con el fin de incorporar con naturalidad al repertorio las obras fundamentales de las principales compositoras.


Incorporar a los trabajos divulgativos de música los nombres y obras más importantes.


Procurar la incorporación de un corpus de obras para la audición en centros de enseñanza, centros sociales de diferente tipo y la sociedad en general.



Bibliografía citada

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[1] Desgraciadamente la palabra “género” es confusa en el contexto musical. En inglés “Gender” y “Genre” son conceptos bien diferenciados. No así en castellano, que usa el mismo término para expresar ambos. Desde luego no por ello vamos a renunciar a emplearla en el sentido de “género musical” (vocal, instrumental, etc..).

[2] Es ciertamente el caso del artículo de Ellen Waterman sobre sobre la obra de Brian Ferneygouh (WATERMAN,1995).

[3] Aún hoy son excepcionales las mujeres intépretes que se interesan por el repertorio femenino. Alegan, desde el desconocimiento, que no hay obras o que son mediocres –sin conocerlas-. Por supuesto hay encomiables casos aislados, y la situación está cambiando rápidamente. En el caso de la voz, citemos por ejemplo a la mezzosoprano Anne Sofie von Otter, y en España a la recientemente fallecida soprano Mª José Sánchez.

[4] El caso de Fanny Mendelssohn es paradigmático.

[5] En literatura y como sustitución al concepto de “ansiedad de la influencia”, acuñado por Harold Bloom en su estudio del canon occidental, algunas investigadoras proponen el concepto de “ansiedad de la autoría” para describir la situación de las escritoras (GILBERT Y GUBAR, 1979:  p. 62). Los estudios de género en música han ido a la zaga de los literarios, de los que en muchos casos parten. En el campo de la creación musical, y muy oportunamente, es Marcia J. Citron (CITRON, 1993: p.54) quien lo aplica a la música.

[6] Al trabajo de edición de Antonio Álvarez Cañibano, Mª José González Ribot, Pilar Gutiérrez Dorado y Cristina Marcos Patiño, se suman los excelentes artículos de Josemi Lorenzo, Ana Vega, Leticia Sánchez, María Palacios, Marta Cureses y Cecilia Piñero.

[7] Algunas excepciones hay, afortunadamente. Una notable es la última revisión del clásico texto de Donald Gray Jout y Claude V. Palisca, Historia de la música occidental (Alianza Editorial, 8ª edición, 2011), muy extendido en los estudios académicos, y que ha introducido y favorecido incluso el protagonismo de algunas compositoras representativas. Sin duda su inclusión obligará a la revisión de otras publicaciones, porque esta es de referencia, e introducirá sus nombres en los estudios oficiales.

[8] Aproximarse a lo que es el estilo musical rebasa este marco, pero desde luego es algo mucho más amplio y dependiente de un contexto cultural general, como ocurre en el resto de las artes.

[9] Aunque el ideal es la integración, los trabajos especializados dirigidos al profesorado y al alumnado también son importantes en esta fase. Este es el caso del libro-disco de texto recientemente elaborado por un grupo de profesoras de educación secundaria –B. Aller, M. J. Gurbindo, V. Florentín, M. J. Fdez Riestra, M.J. Fdez Sinde, G. Solache y A. Alfonsel- y publicado por el Instituto de la mujer, y titulado Creadoras de música (VVAA 2009).