I
(poema XXX)
Llueven estrellas de agua
sobre el jardín amarillo;
las hojas tiemblan la luz
de las lunas de estos siglos.
El cielo azul está negro
de tristezas y de fríos,
las flores son de otros árboles,
los pájaros de otros nidos.
Habrá, bajo un cielo claro,
un mágico paraíso
con flores rosas, con dulces
ruiseñores cristalinos...
La luna rosa está sola
naciendo en un abanico,
entre unos sauces de ensueño,
sobre el remanso de un río.
Éstos son árboles yertos,
éstos son nidos vacíos...
¡Nocturnos de primavera!,
¡fuentes, rosas, lunas, lirios!
... El oro triste y con lágrimas,
cuando el agua se ha dormido,
tiembla al paso de la brisa
con un temblor diamantino.
-Las dulces sienes con agua
saben de romanticismos;
un tono de corazones
melancólicos y místicos-.
Entonces el agua cae
sobre los ojos marchitos
y da sueño a las tristezas
y es amor y quita el frío...
Y hasta hace soñar con un
ruiseñor doliente y lírico,
que canta sobre la luna,
en el remanso de un río...
(II-Jardines místicos)
II
(poema II)
Hay un oro dulce y triste
en el malva de la tarde,
que da realeza a la bella
suntuosidad de los parques.
Y bajo el malva y el oro
se han recogido los árboles
verdes, rosados y verdes
de brotes primaverales.
En el cáliz de la fuente
solloza el agua fragante,
agua de música y lágrima,
nacida bajo la hierba
entre rosas y cristales...
...Ya el corazón se olvidaba
de la vida...; por los parques
todo era cosa de ensueño,
luz de estrellas, alas de ángeles...
Sólo había que esperar
a los luceros; la carne
se hacía incienso y penumbra
por las sendas de rosales...
Y, de repente, una voz
melancólica y distante,
ha temblado sobre el agua
en el silencio del aire.
Es una voz de mujer
y de piano, es un suave
bienestar para las rosas
soñolientas de la tarde;
una voz que me va haciendo
llorar por nadie y por alguien
en esta triste y dorada
suntuosidad de los parques.
(I-Jardines galantes)
III
(poema LXX)
Estoy envuelto en la tarde
como en un sueño violeta:
por todas partes se ven
las flores y las tristezas.
Si hay frío, es un frío tan
suave, que las mismas penas
en vez de morirse, abren
mejor sus hojas más negras...
Son las esquilas, son todas
las esquilas; las estrellas
todas las estrellas; todas
las campanas; las esencias
de todas las novias mustias;
la música soñolienta
de todo el valle, de todo el
río, de toda la aldea;
todas las horas de idilio,
de jardín y de leyenda;
¡el naciente rosa y oro
de todas las lunas nuevas!
...Hay que llorar más que nunca,
hasta abrir todas las penas
románticas, esta tarde
de largos sueños violetas.
Hay que llorar, más que nunca,
lágrimas llenas de estrellas...
Por todas partes se ven
las flores y las tristezas.
(III-Jardines dolientes)